La piedra que atesora el narrador de este cuento de Hernández funciona como un relicario. Pero en vez de contener tesoros, el corazón verde almacena memorias.
La piedra que atesora el narrador de este cuento funciona como un relicario. En vez de contener tesoros físicos u objetos sagrados, el corazón verde almacena memorias. Las imágenes se suceden y de ellas se desprenden historias de las más olvidables a las más trascendentes. Cualquiera sea su valor, el protagonista entiende que cada retazo del tiempo lo constituye; a los lectores nos queda entender cuánto.
El cuento de Hernández fue publicado en la antología Nadie encendía las lámparas de 1947.
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Sobre Felisberto Hernández
La biografía de Felisberto es extraña como su literatura porque empezó siendo pianista en pueblos y ciudades de Uruguay y parte de Argentina y musicalizando pelis de cine mudo para hacerse unos pesos extras y terminó como escritor admirado por Cortázar, García Márquez, Onetti, Bolaño y hasta Italo Calvino.
A los 23 años publicó su libro Fulano de Tal. El ejemplar venía con publicidades que ayudaron a Hernández a costearla.
De a poco el piano fue quedando de lado para dar paso a la avocación por la escritura. Aparecieron sus novelas y cuentos. Los invito a leerlo con estas palabras de Cortázar: “Ya sé que para admirarte basta leer tus textos, pero si además se los ha vivido paralelamente, si además se ha conocido la vida de provincia, la miseria del fin de mes, el olor de las pensiones, el nivel de los diálogos, la tristeza de las vueltas a la plaza al atardecer, entonces se te conoce y se te admira de otra manera”.
La ilustración de este episodio es de Federico Raiman.