El sábado 2 de septiembre se celebró la segunda edición del Festival del Libro de Chivilcoy (FLICH). El evento tuvo dos sedes y participaron editoriales, librerías, escritores y músicos.
Un pequeño grupo de chivilcoyanos, encabezados por la escritora Samantha San Romé y el librero Maximiliano Gesualdi Castaño, fueron los anfitriones. No solo eso: gestaron el proyecto desde 2017, organizaron las dos ediciones (2022 y 2023) y las condujeron. Las instalaciones elegidas para este año: el estadio de básquet del “Club Social y Deportivo Colón” y el bar “Ruta 30”.
El pronóstico de lluvias intensas obligó a trasladar la primera tanda de actividades a un sitio techado. En torno a las 12, un taller de poesía dio el puntapié inicial seguido por una presentación del grupo musical “Gulubú”, tributo a la obra de María Elena Walsh. Retomó la palabra la escritora Alexandra Kohan mientras el público aumentaba a pesar -y a la par- de las nubes.
La poesía se adueñó del ambiente a través de las voces de Alejandro Chuca, Patricia González López, Morena Ponce, Cora Barengo, Daniel Casas, Samantha San Romé y Álvaro Cortés. Los tres últimos, representantes artísticos de la ciudad que albergó el evento. Otro chivilcoyano que pisó el escenario fue el escritor Hernán Ronsino, quien antes de iniciar su lectura resumió el deseo de toda la familia FLICH: “Ojalá que este encuentro se vuelva costumbre y se pueda sostener en el tiempo”.
Sin embargo, el festival trascendió lo sucedido en la tarima. Fuera de ella y rodeando la cancha de básquet, editoriales provenientes de diversas ciudades como CABA, Rosario y Mar del Plata, entre otras, poblaron las mesadas de títulos y colores. También se hicieron presentes dos librerías locales: “Macondo”, atendida por Gesualdi Castaño y “Libros usados de Chivilcoy”, emprendimiento de Jesús Malone. Un mismo rubro pero dos perspectivas diferentes y complementarias.
Cerca de las 18, Luciano Sáliche entrevistó a Alejandro Dolina y el escritor, conductor y músico sintetizó parte del espíritu de la FLICH: “La tarea de un gestor de cultura es ayudar a los que quieren leer a que cada vez puedan acceder a libros mejores y más complejos, porque son bienes culturales a los cuales todos tenemos derecho”. Luego de casi una hora de conversación y ante la atenta escucha de un público a esta altura numeroso, se hizo el cierre de las actividades de la primera sede.
La FLICH incorporó este año una propuesta muy innovadora: un bonus track en el bar “Ruta 30”. Allí, la actriz y escritora Carla Quevedo (guiada por las preguntas de San Romé) contó experiencias de su vida personal vinculándolas a su obra. Quevedo también levantó la bandera de la feria: “Rescato que este sea un evento en el cual se modifica la dirección de los viajes por cultura, ya que generalmente son hacia la Ciudad de Buenos Aires”.
Posteriormente, el polifacético Walter Lezcano (escritor, docente, editor y periodista), charló con Sáliche sobre rock y literatura. El interesante y divertido intercambio fue el cierre de la jornada en un ambiente familiar, cálido e íntimo.
En diálogo con Por qué leer, San Romé y Gesualdi Castaño hicieron un análisis tras finalizar las actividades: “De a poco vamos creciendo y consolidándonos. Este año ya había mucha gente que conocía qué era la FLICH y varios vinieron de otras ciudades y pueblos. Se encuentran con un espacio de disfrute que siempre es necesario, quizás más aún en este contexto”
Sobre la próxima edición, dejaron las cosas claras: “Sostenerlo en el tiempo es el desafío, pensamos en la comunidad y queremos cuidar esta cita anual para no perderla. Es nuestra decisión: va a haber una tercera FLICH”.