«La idea de que la vida eterna en la tierra puede ser la peor maldición (…) es típica de Mary Shelley», dijo Mariana Enríquez y me conquistó.
En el prólogo a este cuento que Enríquez escribió para la colección Clásicos de Terror (Editorial Planeta) destaca cuánto de los intereses y la biografía de Mary Shelley la llevaron a hablar sobre la inmortalidad en las primeras décadas del siglo XIX.
En este relato de Mary Shelley, El mortal inmortal, Winzy superó los 300 años. Lejos de gozar del fenómeno, el narrador reflexiona acerca de lo que significa haber quedado suspendido en la línea temporal sin indicios de envejecimiento y habiendo perdido el amor. ¿Puede la soledad arruinar la fortuna de vivir para siempre?
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Sobre Mary Shelley:
Mary Shelley tenía 19 años cuando escribió la obra que la consagró para siempre. Imagínense que ser mujer, escritora, hija de madre pionera del feminismo y padre intelectual, y fugada con un hombre casado en los albores del siglo XVIII no era para casi ninguna. De hecho, durante algún tiempo su libro más famoso estaba firmado por el conocido eufemismo… “anónimo”.
Su biografía está signada por la desgracia: su madre no llegó a conocerla, murió en el parto; perdió a su pareja demasiado pronto (conservó su corazón… literalmente), 3 de sus 4 hijos murieron y su hermana se suicidó.
La vida eterna, el infierno en la tierra, la reanimación de cadáveres, la intención humana de ser Dios, el dominio de la naturaleza… eran temas que atraían a Mary Shelley y están muy presentes en sus textos, oscuros, dramáticos, filosóficos.