Betina González presenta su libro Feria de fenómenos o El libro de los niños extraordinarios. En este diálogo con Por qué leer, habló sobre su experiencia con la escritura y el rol de la familia y las infancias en sus cuentos.
Feria de fenómenos o El libro de los niños extraordinarios, editado por Fondo de Cultura Económica, ya salió a la luz. En esta obra, Betina González ofrece ocho historias fantásticas sobre niños con dones extraordinarios y sus padecimientos. Ilustrado por Maxi Amici, en estas páginas los personajes, rarezas creadas por un experimento alquímico, nos ayudan a reflexionar sobre el lugar en el mundo y en la familia, la singularidad y lo siniestro del sistema homogeneizante.
Sus sensaciones como hermana del medio en una familia grande, la familia como uno de los tópicos centrales de sus textos, la visión de ese niño que fuimos y la importancia de mantenerlo vivo cuando crecemos, en este diálogo con Cecilia Bona.
-¿Cuál es la sensación que te da ver este libro ya circulando y en las manos de los lectores?
-Estoy muy contenta. Esperé cinco años para editar este libro. Es muy especial para mí y esperé tanto porque quería que hubiera una editorial, como Fondo de Cultura, que lo cuidara, que hiciera una linda edición, que tuvieran ilustraciones con el mismo espíritu que los textos, que pudiera hablarle a un público amplio, porque es un libro que está protagonizado por chicos y tiene ilustraciones pero creo que lo puede leer alguien de cualquier edad. No quería que encasillen al libro en una sola cosa.
-En tu libro es recurrente el tópico de la familia y vos venís de una con cinco hermanos, ¿cómo se vincula con tu narrativa?
-Yo soy la hermana del medio y somos las que estamos como en el montón. Algunas cosas que están en el cuento del Niño Melancólico son medio autobiográficas, y otras las fui recolectando de recuerdos de otras personas.
Con mis hermanos me llevaba muy bien, de chiquita los cuidaba y les leía mucho. Este libro está dedicado a Luis, uno de mis hermanos más chicos, porque creo que soy escritora gracias a ellos. Yo les inventaba personajes, creábamos historias y era un lugar de mucha libertad, éramos unos payasos. Y estos cuentos salen de esas payasadas también, y de enseñarle a los hermanos menores. Aunque ellos también me enseñaron mucho a mi.
-¿Qué hay de esa tercera hermana que sos en tu familia en tus libros?
-Yo creía que no había nada, uno siempre se quiere esconder como escritor. Yo siempre digo que escribo para dejar de ser yo, para ser otra, pero obviamente que es un intento, porque igual estás en cada línea que escribís.
Ser la hermana del medio, la que era más payaso, que inventaba cosas, es lo que me hizo ser escritora. Creo que se lo debo a mis hermanos más chicos, que siempre se los dije, yo con ellos tengo un vínculo muy especial, muy íntimo. Siempre agradecí mucho tener hermanos, porque así como hay cosas malas es tan maravilloso tener aliados contra nuestros padres o contra los adultos en general. Esas pequeñas sociedades que se arman entre los hermanos, donde te podés pelear pero cuando hay que aliarse están. Ese me parece que es otro tipo de amor, un amor muy fraterno, muy especial, del cual se ha escrito muy poco. Me encantaría escribir alguna vez sobre esto.
-Hay ciertos paralelismos en esta obra con tu otro libro El amor es una catástrofe natural, cómo el personaje del Niño de Barro, ¿cómo surgió esa conexión?
-Cuando estaba escribiendo los cuentos de El amor es una catástrofe natural me pasaba que estaba re contenta con algo que había escrito y me daba miedo que cuando me despertara al día siguiente no estuviera tan bueno. Sentía todos los días como que estaba creando algo que tenía el riesgo de romperse. Y el Niño de Barro que aparece en ambos creo que vino a corporizar este miedo que creo que tenemos todas las personas creativas.
Esa sensación de matar la obra por un deseo de perfeccionismo es algo con lo que hay que luchar mucho, y estos cuentos me permitieron jugar con eso desde otro lado.
-¿Por qué abrir este libro con ese cuento?
-Tiene que ver con el barro de la creación, con todo lo bíblico de que puede dar origen a los otros niños. Pero también con él aparece esta voz o divinidad que es la que lo crea, que no se sabe si es hombre, mujer, si es una entidad, un animal. Eso le daba el inicio a la serie de los otros niños y también se retoma este personaje al final. Por eso me parecía que si o si el Niño de Barro tenía que ir al principio, porque fue el primero que escribí además. los escribí casi en orden.
Por eso aparece en la tapa en la base del árbol. Cuando Maxi la estaba haciendo, yo charle algunas veces con él porque no lo quería influir mucho. Pero él leyó los cuentos y entró en ese mundo. Ya tenía la idea de un árbol y le dije que se fijara que el Niño de Barro ocupa un lugar central. El ya lo había dibujado con raíces incluso.
-Los cuentos de este libro lo pueden leer tanto niños, que se van a divertir con las historias, como los adultos, ¿lo pensante así?
-Yo nunca escribo pensando en el público, lo que me lleva a escribir es querer hacer algo diferente en cada libro. Cada libro es un desafío, un experimento. Odiaría darme cuenta de que estoy escribiendo siempre lo mismo.
En este libro jugaba con un montón de referencias del mundo infantil. No solo son niños, sino que hay muchas referencias al cuento de hadas, la idea de los fantasmas. Pero ahora que el libro ya está circulando estoy encontrando gente que lo lee con los hijos. Y recontra funciona, hay niños que están fascinados también con esta lectura.
-¿Por qué elegís meterte con el tema de la familia, que sacude tanto?
-No lo puedo evitar. En un momento me pregunté: ¿Por qué? ¿Por qué cada vez que yo creo que estoy haciendo algo distinto vuelvo a escribir sobre la familia? Creo que hay obsesiones que te van persiguiendo. Yo le digo mucho esto a mis alumnos, que tienen la misma queja, que les sale escribir siempre de lo mismo. Y yo les digo que no, que no hay que negar los propios talentos y obsesiones, porque ahí está lo que vos tenés para decir. Yo mucho tiempo me resistí y después me di cuenta que el tema que agarres, cualquiera que sea, en mi caso la familia, es inagotable, hay tantas variantes y miradas.
-¿Y cómo se vincula la infancia en esa narrativa? ¿Por qué es tan central?
–Todos los adultos llevamos un niño o una niña rota adentro. Hay mucho de hacerse grande que tiene que ver con sufrir, con aceptar que vivimos en un mundo injusto y que somos parte de esa injusticia. Por más que vos trates de hacer las cosas bien, no podemos negar la injusticia del mundo ¿Y cómo le explicás eso a un niño? ¿Cómo se lo transmitimos como sociedad? De ahí salen un montón de cuestiones que tienen que ver con emociones, sentimientos, con no soltar eso. Y yo creo que una de las maneras de no soltar es conservar vivo al niño que fuiste. Esa mirada de curiosidad, de rebeldía, el no aceptar la injusticia.
Tal vez esa niña que vos fuiste encuentre en estas páginas ecos de cómo sentía las cosa de los adultos cuando todavía no había aceptado ese pacto terrible que hay que aceptar en la adolescencia o en la primera juventud.
-Las reflexiones de este libro están siempre dichas por las infancias, ¿por qué elegiste que los niños sean los sabios?
-Sí, los adultos son tontos en el libro o están como mirando siempre las faltas en el mundo, lo que no hay, la queja, en vez de maravillarse. Pienso que la capacidad de maravillarse frente a lo pleno que es el mundo, lo lleno de cosas bellas que está, es la narrativa de la infancia y la niñez, y a eso me refería con tratar de conservar viva la niña, es su capacidad de maravillarse, ser curiosa, cuestionar las cosas. Y eso no lo planeé, me fue saliendo que los niños dijeran cosas más inteligentes.
¿No te pasa que te cruzás con niños que son brillantes? A mi me pasa que tengo sobrinos o amigos que tienen hijos y por ahí hay niños que los conozco un verano y son brillantes, y lamentablemente pasa la escolarización y cuatro o cinco años después esa brillantez la ocultan. No digo que desapareció pero el sistema lo que hace es que todos tengan que ser iguales. Veo mucho sufrimiento en esa obligación de ser igual que los demás.
-El título de este libro tiene la palabra “extraordinario”, que se puede usar para decir que algo es espectacular o para algo que se va de la norma. ¿Va por ahí la elección, por la ambigüedad?
-Todos los niños que aparecen en este libro son alucinantes pero “disfuncionales” en el mundo de los adultos o de otros niños. Tiene que ver con esta presión tan grande que sentimos desde niños por ser aplastados en nuestra creatividad, en nuestra libertad. Amoldarse a un sistema que es muy triste, capitalista, consumista, hegemónico.
Siempre en mi cabeza estuvo el adjetivo extraordinario, por esas dos razones, por sus dones y por sus locuras, y porque el talento te vuelve también un freak.
Yo creo que todos los que nos dedicamos al arte tenemos también un lado disfuncional, bastante freak. Yo tengo 50 años y soy bastante infantil, funciono porque me hicieron lugar como escritora en la sociedad porque sino no sé qué otro trabajo podría hacer, no sé qué tan funcional podría ser.
Y “feria de fenómenos” también viene por ahí. Como tenemos la palabra freak en español, vendría a ser como el carnival en inglés, donde se mostraba la mujer barbuda, el enano, como si fueran seres fuera de la norma. Es irónico, en el sentido de que estos niños son esto pero también son extraordinarios desde su inteligencia y sensibilidad.
La entrevista completa con Betina González se puede ver en el Instagram de Por qué leer.