La escritora argentina presenta su trilogía de cuentos reunida ahora por Eterna Cadencia Editora. Son las tres antologías que publicó entre 2015 y 2023. “Siento felicidad, no solo por la reedición sino por completar algo”, celebró.
Es la hora del desayuno. Alejandra Kamiya toma un té en el patio de la librería Eterna Cadencia. La rodean periodistas y creadores de contenido ávidos por hacer preguntas. Sin embargo, el tiempo corre distinto cuando esta escritora está presente: a su lado no existe el apuro, el silencio se hace un lugar.
Kamiya reverencia la escritura y es reverenciada por sus lectores. “Llega hondo lo que viene de hondo”, explica con voz de hilo dorado. Y agrega: “Un chico me contó que me leía para conocer a su mamá que le había dicho, antes de morir, que yo era su escritora favorita. Es una responsabilidad que la gente te lea con tanto amor”.
Una constelación de libros
Alejandra Kamiya nació en Buenos Aires en 1966. Es hija de padre japonés y madre argentina, una híbrida entre dos culturas (“soy japonesa acá, soy argentina allá”, repite) que pone en juego esa alquimia en cada uno de sus cuentos.
La obra de Alejandra se puede calificar con adjetivos que parecen contradictorios: bella y oscura; etérea y robusta; dolorosa y reconfortante. Algo así como “engranajes deformes” que encajan a su manera. Lo dice y hace el gesto con las manos, entrelaza los dedos, los gira con dificultad. No hace ruido, pero en el aire se escucha el chirrido del esfuerzo. Así funciona el talento de Kamiya.
Los libros que presenta esta vez son reediciones de los publicados en 2015 y 2019 por el sello Bajo la luna, “Los árboles caídos también son el bosque” y “El sol mueve la sombra de las cosas quietas”, respectivamente. En 2023 Eterna Cadencia presentó “La paciencia del agua sobre cada piedra” y, tras ese lanzamiento, apareció la idea de incorporar al catálogo los dos anteriores.
La trilogía en su esplendor. Una trama -¿un acertijo?- se repite en las tres tapas.
La idea de “trilogía” fue de la propia Kamiya, quien descubrió que, más allá de haberlos escrito en “momentos diferentes de la vida”, había estado “haciendo lo mismo”. La editora Virgina Ruano suma que Eterna Cadencia tomó la idea y la incorporó hasta en el diseño: una trama -¿un acertijo?- se repite en las tres tapas.
Los cuentos no fueron modificados, a pesar de que esta autora admite que querría corregir para siempre. De todas maneras, habla de “soltarlos” y comparte: “Termino de escribirlos cuando siento que ya está dicho lo que quería decir”.
Un regalo espera al final de cada ejemplar: un texto inédito de Kamiya en una postal troquelable, reminiscencia de lo “analógico como refugio”, en palabras de Ruano.
Equipo. Alejandra Kamiya junto a sus editoras, Leonora Djament (a la izquierda de la imagen) y Virginia Ruano (derecha).
Lecturas-fuente: agua que has de beber
“Creo en la simetría entre la lectura y la escritura”, subraya Alejandra. Menciona que Vivian Gornick y Peter Horner son los autores que la están “seduciendo” en este momento. “Los escritores son como amigos que no escuchamos de igual a igual, uno los reverencia”, admite.
Y sigue nombrando libros y nombres de la biblioteca que la constituye –a propósito de su certeza de que “se lee con todo el cuerpo”-. “Me siento muy identificada con Clarice Lispector: yo escribo para dejar de hacerlo algún día, pero mi cabeza está escribiendo todo el tiempo”.