De visita en la Argentina para una residencia de escritura, la mexicana Isabel Zapata analizó su obra a la luz de la frontera realidad-ficción. “Cualquier historia tiene varias caras”, señaló.
Es cuidadosa. Camina suavemente, casi flotando, por los pasillos del Malba. Está atenta a no tapar ningún cuadro al resto de los visitantes. Observa de lejos y de cerca el arte de Frida Kahlo, Remedios Varo y Antonio Berni expuestos en el museo. En sus ojos hay respeto. También veneración.
Un rato más tarde, merienda mediante, así la mirarán a ella las bookfluencers con las que Zapata acaba de recorrer el edificio de Avenida Figueroa Alcorta 3415, en Buenos Aires.
“Es halagador y emocionante que te lean”, comparte. La rodea un halo de pudor mezclado con orgullo.
Una historia que desemboca acá
Isabel Zapata nació en Ciudad de México en 1984. Es una de las socias fundadoras de Ediciones Antílope. Escribió Alberca vacía (2019) -conocido en la Argentina como Maneras de desaparecer (Excursiones, 2022)- In vitro (2021) y los libros de poesía Las noches son así (2018) y Una ballena es un país (2019).
En 2024 salió su novela Troika (Almadía / Rosa Iceberg) que narra el poderoso vínculo entre “una perra un poco humana”, “una niña un poco perruna” y la mujer que las cuida -y adora- a ambas.
Hace pocos días, Isabel llegó a Buenos Aires para la Residencia de Escritores Malba (REM), un programa en asociación con la editorial Ampersand. El comité honorario que la seleccionó ostenta nada menos que al sudafricano John M. Coetzee, la mexicana Margo Glantz y la directora de Malba Literatura Soledad Costantini.
Durante los 50 días que Zapata viva en esta ciudad, avanzará en la escritura de «Montaigne, etcétera”, un poemario sobre el francés Michel de Montaigne (1533-1592), “un verdadero parteaguas en la historia de la literatura” al decir de Isabel, ya que “estableció una manera de entender el ensayo personal que se mantiene como una de las principales referencias de su género”.
Una historia que se constituye allá
“Puedes contarte una historia hasta el punto en que te la crees. Es chistoso que confiemos en la memoria”, dice sonriente Isabel Zapata. Como Troika se construye en base a la invención de recuerdos que explican el pasado, lo primero que se debate en la charla es cuánto de lo que conocemos de nuestra infancia es real o implantado.
Mientras comparten sus impresiones de lectura -que Isabel escucha interesada- Rocío Colabianchi (@eltiempoentrelecturas), Marianela Altamirano (@gustodeleer) y Por qué leer se pasan de mano en mano un ejemplar de la novela.
Troika está dividida en dos partes: “Este lado a los ojos” y “Este lado al sol”, lo que está escrito en el filtro que los personajes usan para ver el eclipse. Las frases funcionan como metáforas de la evocación de la infancia: la pantalla esmerilada con la que los adultos opacamos o iluminamos ciertas escenas. “La memoria está hecha de lo que decidimos ver y de lo que no”, rescata Isabel.
“Hacer la novela fue un caos. Me daba mucho miedo escribir un personaje inverosímil”, comparte Zapata. Recuerda que al principio se le había ocurrido contar los hechos mediante tres voces -las de la perra, la niña y la de Francisca (la niñera)-, pero enseguida desestimó hacer hablar al animal.
Cuando se ganó la beca Punto Final, un laboratorio de terminación de obra, el escritor mexicano Juan Pablo Villalobos le dio la llave que destrabó la estructura. “Él me aconsejó escribir por un lado los recuerdos de Andrea (la narradora) y por otro una invención de lo que pudo haber ocurrido con su perra Troika”, reconoce Isabel.
¿Por qué escribir un libro sobre perros y niños? Zapata no demora en contestar: “Me interesaba el salvajismo que tienen ambos. El libro deja muy alto el vínculo con los animales”.
El lazo poderoso humano-can se nota en las imágenes y anécdotas que le comparten sus lectores, pero también en los perros de su propia vida. De hecho, la portada de Troika editado por Rosa Iceberg, es una foto real, extraída del álbum familiar de Isabel Zapata.
Con disposición para compartir, rebusca en su teléfono y encuentra la toma completa. Entre las tazas y los bowls de chipá, hace circular el móvil para mostrar la toma completa. Se ve la perra, pero de la niña -la Isabel niña- solo se ven las manos, como en la tapa.
Entonces Zapata dice: “En el libro hay un juego con fronteras. Noche y día. Ausencia y presencia”.