El escritor y docente argentino visitó la Feria del Libro de Caseros, Entre Ríos, para reflexionar sobre la pérdida y ganancia que suponen los avances en la comunicación.
River acaba de ganarle 3 a 0 a Belgrano cuando Martín Kohan se sienta en el living armado en el Centro Cultural Margarita Thea. Fanático de Boca, bufanda alusiva en mano, Martín dice que lo tiene sin cuidado el resultado: “El River-Belgrano que más me interesaba ya se resolvió”.
No va a ser la última vez que provoque risas en el público. Durante los 90 minutos que dure la charla, el reconocido y premiado autor de ensayos, cuentos y novelas combinará lúcidas reflexiones con comentarios sagaces e irónicos que mantendrán participativos a los vecinos de Caseros.
Martín Kohan viajó a la tercera edición de Molino de Letras para hablar sobre ¿Hola? Un réquiem para el teléfono (Ediciones Godot, 2022), un libro de no ficción en el que registró qué se estaba perdiendo con la agonía del invento de Alexander Graham Bell.
“Es el gesto de detenerse a pensar, a detectar, a percibir qué estuvo pasando estos años, porque todo se ha transformado tanto, tan rápido”, explica. Y parece que lo lamenta, sí. Aunque no es la única reacción que le despierta este tema.
Qué es un teléfono y por qué todos (no) tienen uno
-Como me dedico a la literatura la relación de las palabras con las cosas tiende a llamarme la atención. Y eso me pasó con la costumbre que tenemos de llamar “teléfono” a un dispositivo omnipresente.
Al mismo tiempo, si pensamos en esto que está acá (señala un teléfono antiguo que es parte de la escenografía), y en esta posibilidad de levantar y conversar con alguien, y le llamamos a eso conversación telefónica, es evidente que la palabra se mantuvo pero la cosa no.
Lo que se hace con el celular es usarlo a veces como grabadora, filmadora, cámara de fotos, computadora, televisor o despertador, pero casi nunca marcamos y hablamos con alguien sincrónicamente.
Lo que me interesó para encarar el libro es este desencuentro entre la palabra y la cosa. En segundo lugar, me interesa mucho la relación entre la tecnología y la experiencia, el modo en que nuestras vivencias se transforman cuando hay transformaciones tecnológicas.
-Si el objeto está desapareciendo, también lo están haciendo las experiencias que propiciaba.
-Pensar en ellas al empezar ¿Hola? me llevó para atrás, qué experiencias nuevas aparecieron con el teléfono.
Hasta ese momento, la distribución de la comunicación con otro tenía dos alternativas: o las dos personas estaban en el mismo lugar o utilizaban la escritura. Estaba perfectamente distribuido: presencia-cercanía, voz; ausencia-lejanía, escritura.
El teléfono preserva la proximidad de la voz y la combina con la lejanía y la ausencia. Nunca habíamos tenido esa combinación. La presencia de la voz con la ausencia del cuerpo, del rostro, fue algo nuevo. Y creó, entre otras mil cosas, un tipo de intimidad inédito.
El teléfono aumenta la intimidad porque hablamos a solas con otro, pero además estamos solos. Y por lo tanto podemos encontrarnos dispuestos a decir cosas.
Al hacer el libro me interesó poner en circulación algo que parece haber pasado desapercibido: ya casi no existe el modo en que nos vinculábamos cuando hablábamos por teléfono.
-Si bien te definís como un nostálgico, el libro no pregona la idea de que todo tiempo pasado fue mejor.
-Todo era mejor antes, pero porque antes yo era joven y ahora no. Y lo que es mejor es ser joven no por la juventud en sí misma, sino porque la muerte queda más lejos. En el fondo es tan básico y evidente como eso.
Es notorio lo que las nuevas tecnologías nos aportaron, nos mejoraron, por eso mi postura no es en absoluto en contra del desarrollo del avance tecnológico. Lo que sí sé es que nunca hay ganancia sin pérdida.
Antes, dejar un mensaje grabado en un contestador automático era percibido como el fracaso de la comunicación, ahora es la forma de comunicación casi excluyente.
La escucha afecta la enunciación. Cuando uno está hablando, la escucha incide. Si el otro se ríe, no se ría, bosteza, interrumpe, se queda en silencio, por lo que uno supone que le están prestando atención. La escucha es activa, participativa. El giro que ha tomado la tecnología es hablar sin la escucha del otro, o sea sin el otro.
-En tu escritura aparecen, por ejemplo, conversaciones telefónicas reveladoras o el diálogo íntimo entre una feligresa y el sacerdote, confesionario mediante. ¿Qué rol creés que tienen la voz, la presencia y el vínculo en tus historias?
-No lo había advertido, pero evidentemente tienen un peso importante. Debe haber algo entre la palabra y la intimidad que me interesa. Cómo y cuándo se regula la palabra íntima.
En la confesión, como en el psicoanálisis, ponemos el lenguaje a funcionar para que desde él podamos entender qué nos pasa. No es que sabemos lo que nos pasa y lo expresamos a través del lenguaje. No tenemos claro lo que queremos y lo decimos, empezamos a hablar para tratar de detectar en el lenguaje qué queremos.
Esa complejización en la relación con las palabras me fascina.
Texto producido con la colaboración de Ximena González.
Agradecimientos: Municipalidad de Caseros y librería Modo Lectura.