Traductor, editor y amigo íntimo de Ray Bradbury, recolectó obras que quedaron fuera de la mítica obra del autor estadounidense y las convirtió en Otras crónicas marcianas. Su relación con Bradbury y cómo era su proceso creativo.
Crónicas marcianas es un libro de relatos que marcó un antes y un después en el gusto literario de miles de personas. Pero Ray Bradbury tenía mucho más para aportar. Gracias a la selección y traducción de Marcial Souto Tizón hoy podemos tener en nuestras bibliotecas esta antología que recoge 10 cuentos marcianos que quedaron fuera de la versión definitiva, algunos traducidos por primera vez al castellano y el resto diseminados en varios libros del autor.
En el prólogo de esta obra publicada por Libros del Zorro Rojo, Souto explica todo el trabajo que requirió hacerla. “Di muchas vueltas y revisé mucho material, para contar cosas de la vida de Bradbury que normalmente no se saben, para explicar de dónde sale todo esto, porque sale de una especie de pozo interminable. Es un libro muy misterioso, en el que Bradbury trabajó mucho”, describió el traductor.
-Bradbury tiene una producción literaria enorme, ¿cómo conseguía escribir tanto?
-Empezó con cuentos de terror, porque de niño tenía muchas pesadillas y le tenía miedo a la oscuridad. En un momento, algún amigo le aconsejó que dejara de contar argumentos y de hablar con los amigos con un exceso total de entusiasmo y que se encerrara a escribir, que guardara las energías y se dedicara a eso. Y decidió hacer literatura.
Escribió un cuento nuevo por semana y eso lo hizo sistemáticamente durante toda su vida. Después lo dejaba quieto durante seis meses y así tenía una serie de textos escritos, algunos los retomaba y le añadía otra capa de escritura, otros los abandonaba. Cada texto tiene entre seis y ocho versiones separadas en varios meses.
Era un hombre que escribía muy rápido pero editaba muy lentamente y muy concienzudamente, y con eso aprendió solo a escribir. Decidió educarse en las bibliotecas y dedicó muchas horas a leer y a escribir. Creía que todo sale del ejercicio.

-En ese contexto, ¿cómo surgió Crónicas marcianas?
-Escribió 42 o 43 textos que tienen que ver con el planeta Marte. A veces se atascaba y lo dejaba, volvía un año después y a lo mejor ahí sacaba un gran cuento.
A cuatro o cinco años de haber arrancado esto, decidió ir a Nueva York a ver si lograba conseguir un editor. Llevó suficiente material para hacer tres libros, pero todos le decían que los cuentos no se venden, y que si les llevaba una novela, la leerían encantados.
El penúltimo día, su agente le organizó una cena con un editor muy importante que ya conocía a Bradbury y lo leía. Este le dijo lo mismo que los otros, pero también le comentó que tal vez ya había escrito una novela, solo que él no se había dado cuenta. Así que volvió al hotel, se puso a hacer una lista de cuentos, volvió con el editor y él le dio un cheque al instante.
El pacto era un libro con pocas páginas, entonces quedaba la mitad del material afuera. El tuvo que ir optando y por cinco o seis meses estuvo sacando y poniendo cuentos y reescribiendo todo. Todo lo que fue publicado fue reescrito y a veces mucho. Incluso en el último momento tuvo que sacar arbitrariamente 4 cuentos, porque se excedía en páginas.
A lo largo del tiempo fue publicando uno o dos de esos cuentos en cada libro nuevo que publicaba, y para eso los retocaba también, los reescribía. Aquí lo que funciona es la acumulación, la asociación. Es un mundo y no un cuento fantástico, que se va instalando en la cabeza a medida que uno va abriendo o cerrando habitaciones alrededor. Por eso se volvió algo memorable.
-¿Él se sabía una persona especial, un genio?
–No creo que se creyera un genio, que se creyera especial no hay duda. Y que lo era, menos duda todavía. Yo había leído Crónicas marcianas a los 16 y no podía creerlo, una maravilla total. Me di cuenta que intervenía algo misterioso y que en la traducción no solo tenía que decir lo que dice Bradbury, sino que hay que intentar por todos los medios decirlo como lo dice él. Su prosa es algo muy cercano a la poesía, incluso mejor que todos los poemas que escribió. Es literatura fantástica porque no se sostiene por ningún lado científicamente, pero te instala en la cabeza algo muy fuerte.
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