Por qué leer cómics por Federico Raiman

Por qué leer cómics

¿El noveno arte o un arte menor? ¿Por qué la sociedad evalúa constantemente si leer historietas está a la altura de otros consumos literarios? En esta nota de opinión el periodista y creador de contenidos Mariano «Rippy» Rizza, fundador del medio de noticias sobre videojuegos New Game +, relata su experiencia e invita a comenzar el «maravilloso viaje a descubrir la misma magia» que él supo encontrar. 


Por Mariano «Rippy» Rizza*

Si tengo que pensar en alguno de los primeros recuerdos que tengo, me veo entrando a escondidas en la habitación de mi hermano mayor para llevarme los tomos de Mafalda que él coleccionaba. ¿Por qué no me los prestaba? Bueno, lo más probable es que yo no tuviera más de cuatro años y existía el riesgo de que se rompieran en mis descoordinadas manos.

Sin embargo, durante el tiempo que estaban en mi poder, los disfrutaba en demasía. Aún no iba a aprender a leer hasta dentro de dos años más, pero las ilustraciones de Quino me contaban mil historias sin una sola palabra. No tenía que leer -ni saber- quienes eran los Beatles para entender el disfrute de Mafalda bailando. No tenía que haber terminado la escuela para entender el fastidio de Felipe cada vez que llevaba el guardapolvo puesto. No necesitaba tener ningún tipo más de información que la que me proporcionaba cada viñeta, tanto individualmente como en secuencia, para sentirme otro niño más de ese barrio.

Para mi sorpresa, cuando comencé a leer, fui descubriendo que mi interpretación no distaba tanto del verdadero sentido de las tiras, hecho que se fue repitiendo en distintas publicaciones. Como si hubiera algún tipo de magia que las transformara en una suerte de idioma universal.

Creciendo en una época donde los chupetes electrónicos estaban atados a una única habitación de la casa, este medio se convirtió en una herramienta fundamental para mis viejos, a la hora de acompañarme en un viaje largo en auto, calmarme en la sala de espera de algún consultorio médico o entretenerme en la casa de mis abuelos, donde la televisión no se dignaba a tener color ni canales de dibujos animados. Fue así que primero mirando las ilustraciones y luego empezando a ponerle voz a sus globos de diálogo, Patoruzú, Isidoríto, Superman, Batman, Pelopincho y Cachirula, fueron dándome la bienvenida al fantástico mundo de las historietas. 

Mafalda, la tira más famosa creada por Joaquín "Quino" Lavado
Mafalda, la tira más famosa creada por Joaquín «Quino» Lavado

Con el tiempo sin embargo y en una era donde la cultura pop no dominaba la conversación como lo hace hoy, fui percibiendo que lo que solía conocerse como el Noveno Arte, también acostumbraba a ser denominado un arte menor. “Caricaturas en la contratapa del diario” y no mucho más. Esta realidad, logró que distintas generaciones se alejaran de los cómics a medida que eran introducidas en otras expresiones con más valoración, como la literatura o el cine.

Al ir creciendo, me costó mucho encontrar pares con quienes compartir esta pasión, pero hoy la realidad es distinta y la superpoblación de películas de superhéroes llevó a mucha gente a buscar más aventuras en las páginas que les dieron origen. Lo que no está mal, después de todo, el orden de los factores no altera el producto. Gracias a esto, suelo ponerme contento cuando me preguntan qué cómic leer de tal o cual personaje, o que hay más allá de las historias de capas, espadas y trajes robóticos.

Pero lo que rara vez me preguntan es ¿por qué leer cómics? Y por más que este planteo sea desvergonzadamente retórico, quiero compartirles mi respuesta, para invitar a quienes se hayan quedado afuera de este maravilloso viaje a descubrir la misma magia que supe encontrar, siendo yo quien les dé la bienvenida a este medio que transgrede todas las normas de la lectura convencional. Pongámonos en situación. 

La acción física de leer una novela transcurre en un período de tiempo determinado, que sólo varía en lo que a cada uno le lleva deslizar los ojos de izquierda a derecha sobre la página. A medida que leemos, interiorizamos y con nuestra imaginación vamos dando forma a esos personajes y los lugares que habitan, rara vez volviendo atrás, a menos que estemos estudiando o hayamos perdido el hilo de la narrativa. Algo extremadamente satisfactorio, pero de alguna manera bidimensional.

En una historieta sin embargo, el proceso de lectura es otro. Sí, vamos a deslizar nuestros ojos a lo largo de la página pero de una manera diferente, con jerarquías, ritmos, vaivenes y distintos tiempos. Las ilustraciones en la página pueden parecer imágenes estáticas, pero cada viñeta es un cuadro con la profundidad de un agujero de conejo que narra a lo largo, lo alto, lo ancho y a través del tiempo

Detengámonos en una viñeta donde un estereotípico héroe se encuentra inmovilizado, mientras escucha el magnánimo monólogo del villano de turno. Nuestros ojos van a leer el texto impreso de izquierda a derecha, pero también van a analizar el ambiente. ¿Cómo se vé la guarida del villano? ¿Qué tipo de trampa tiene a nuestro campeón atrapado? Nos vamos a concentrar en las expresiones en los rostros de cada uno de ellos, las acciones sugeridas por la posición de sus cuerpos, la tensión de sus músculos simulando la fuerza que están ejerciendo. Esto a su vez es complementado por las sombras o colores que acentúan el momento, las posibles onomatopeyas y hasta la tipografía elegida por los artistas, la cual puede o no ser la misma para los dos personajes o hasta ser distinta en el resto de las viñetas.

Todo esto colocado con una precisión quirúrgica para que nuestros ojos se deslicen por toda la página con la suavidad y gracia de una patinadora artística siendo inconscientemente guiados por los autores que la compusieron para que la apreciemos de una manera determinada. Pero al mismo tiempo, nadie nos exige que avancemos a la siguiente página. Mientras que en un libro leer la misma oración más de tres veces puede asemejarse a estar perdiendo la cordura, perdernos en la página de un cómic o en una sola viñeta incluso, puede regalarnos la resignificación de esas acciones con cada segundo que nos quedemos en la misma

Ahora, imaginando un formato clásico, multipliquemos eso por ocho viñetas en cada página, por veinticuatro páginas. Ciento noventa y dos pinturas multidimensionales, protagonizadas por múltiples personajes, escenarios y resultados. De repente, lo que en un principio parece un arte estático, comienza a asemejarse más a disfrutar del ensamble de una sinfónica, donde hasta el trazo del lápiz sobre la hoja es un instrumento nuevo. No estamos leyendo sólo las palabras, sino los dibujos, los colores y hasta el espacio negativo entre todas estas cosas.

Una página de Watchmen, historieta de Alan Moore ilustrada por Dave Gibbons
Una página de Watchmen, historieta de Alan Moore ilustrada por Dave Gibbons

Sumado a esto, los cómics tienen la capacidad de dominar la atención de los lectores y lectoras de una manera muy particular. En una novela de terror podemos leer como una víctima es decapitada y su cabeza rueda hasta los pies de otro personaje. La secuencia impresiona y hasta puede aterrar, pero inmediatamente vamos a pasar a la siguiente oración para ver qué sucede.

En una película de terror ni siquiera tenemos la opción de decidir por nosotros mismos. El impacto puede llegar a ser hasta mayor debido a las herramientas del medio audiovisual, pero la película decide cuánto dura ese momento. En una historieta somos nosotros quienes decidimos cuánto quedarnos en la viñeta con esa imagen. Esa cabeza puede seguir golpeando los pies eternamente y el horror queda suspendido como una nota sostenida en el tiempo. De la misma manera el beso puede durar para siempre o la pose heroica de la guerrera puede ser un monumento para toda la eternidad.

Las historietas no sólo nos permiten redimensionar las emociones que nos hacen sentir, sino que nos otorgan el dominio de las mismas. Podemos tardar un minuto o un año en pasar una sola página, los artistas fueron los doctores Frankenstein que armaron al monstruo, pero nosotros somos el rayo que les da vida y eso tal vez sea la mayor expresión posible de un arte colaborativo. Somos artífices de estos micro y macro cosmos en constante expansión. Por qué la última parte de esta ecuación, lo que queda fuera de los paréntesis de cada historieta individualmente, es como todo esto varía, no solo dependiendo los distintos guionistas y artistas que las crean, sino las infinitas combinaciones y colaboraciones entre estos.

Porque los mismos autores consideran que no hay medio como el cómic. Varios de los más renombrados escritores de historietas también redactan novelas y guiones de cine, televisión y videojuegos y aún así la gran mayoría -como Neil Gaiman o J. Michael Straczynski– si tienen que elegir, eligen las viñetas. Por qué como intuí de chico y ustedes van a percibir cuando tengan una en las manos, son un lenguaje diferente, inmersivo, cautivante, emotivo y desafiante. Porque se parece a todo y a nada al mismo tiempo.

Y esa no es una frase al aire. Se parece a todo, porque mama de diversas artes. Es ilustración, es pintura, fotografía, es composición, es literatura. Al mismo tiempo, es más que la suma de las partes. Más que una expresión artística, es un idioma en sí misma. No hace falta más que retroceder a las pinturas rupestres o los jeroglíficos en las pirámides para ver cómo está herramienta narrativa secuencial está en el propio ADN de la humanidad. Algo que nos define y nos conserva como especie es nuestra capacidad de documentar nuestra existencia y las historietas son gran parte de este esquema.   

Para Grant Morrison, uno de los guionistas más reconocidos del mundo, los cómics no son un arte gráfico sino canciones. No está siendo poético, literalmente las considera vibraciones sonoras que tocamos a través de una página. Vale aclarar, Morrison se considera un mago que dice hablar con aliens, por lo que podríamos considerarlo un loco lindo y ya. Sin embargo, para William y Holloway Marston, el matrimonió de psicólogos que crearon a la Mujer Maravilla, las historietas son la expresión de deseo más pura y real que se puede encontrar entre las personas. Como una llave maestra a las emociones humanas. Podríamos concluir así que tanto magos como científicos concuerdan en que los cómics son una expresión artística única y subversiva, capaz de despertar emociones inigualables. ¿Por qué leer historietas entonces? ¿Porque los dibujos están buenos y las historias son épicas? Sí. Pero por sobre todas las cosas, porque una vez que encuentren las que son para ustedes, lo más probable es que sus vidas ya no vuelvan a ser las mismas


Mariano Rippy Rizza

*Mariano “Rippy” Rizza es periodista, guionista, y productor audiovisual, aunque pasa la mayoría del tiempo delante de cámaras y micrófonos como conductor, saltando de podcast en podcast y distintos contenidos web. Luego de años de radio y televisión, ahora se dedica exclusivamente al streaming, luego de fundar un nuevo medio independiente, New Game +

Seguilo a Rippy en las redes sociales: Twitter | Instagram   

La ilustración que encabeza esta nota fue realizada por Federico Raiman. Artista plástico, ilustrador, pintor, dibujante de Storyboards y autor de los libros Mafiami y Solo. Seguilo en Instagram.

¿Querés transformarte en patrocinador de Por qué leer?
Ojo, todo patrocinio será premiado ; )

Más reseñas