Dora Baret

Continuidad de las artes: evocar a Cortázar con Dora Baret

No necesitamos excusarnos en el aniversario de una muerte para hablar de aquellos a quienes queremos incluso sin haber conocido, sin embargo, bienvenido sea todo motivo para sumergirnos una y mil veces en el universo tan particular del autor de Rayuela.

El pasado 12 de febrero se cumplieron 40 años de la desaparición física de Julio Cortázar, uno de nuestros escritores más renombrados y también aquel que mejor supo responder mediante sus textos varios de los cuestionamientos existenciales de las juventudes latinoamericanas. 

Hace unos años tuve la fortuna de tomar clases de actuación con Dora Baret. (Ella, supongo, habrá sufrido la desventura de tenerme como alumno… el tiempo me ha enseñado a aceptar mis limitaciones). Dora protagonizó en 1965 Intimidad de los Parques, una de las tres adaptaciones de la obra de Cortázar que Manuel Antín llevó a la pantalla grande y, sin más justificativo, decidí pasar a saludarla e intercambiar recuerdos. 

Carta a una señorita en Perú

Poco ha cambiado en la casona de Almagro donde Dora sigue dando clases junto a su hijo Matías, fruto de su relación con Carlos Gandolfo, uno de los grandes referentes argentinos de la actuación. Allí espero a que finalice su labor diario bajo la mirada desafiante de la gigantografía de Marlon Brando que adorna el lugar y habrá visto desfilar a cientos de aspirantes a actores y actrices. 

Con una sonrisa, Baret recuerda que estaba dando sus primeros pasos en la actuación cuando el propio Antín la convocó para el papel de Teresa en su nueva película, cuya intención era condensar los argumentos de Continuidad de los parques y El ídolo de las cícladas (ambos de la antología Final de juego, 1956). 

Afiche de Intimidad de los parques. Dir: Manuel Antin

“Era muy flaca, muy introvertida y todo eso le venía perfecto al personaje. Me costaba mucho, como también le costaba al personaje. Yo ya venía filmando películas, pero este fue mi primer protagónico”, dice sorprendida al comprobar que ya pasaron 60 años desde entonces. 

“La película se filmó en Perú, en Machu Picchu, que era un lugar muy distinto al que es hoy. No había tantas comodidades. Los actores Francisco Rabal, Ricardo Blume y yo, y también parte del equipo de filmación nos instalamos ahí por una semana. Recuerdo del lugar que las nubes se veían al ras del suelo, todavía puedo sentir esa imagen en el cuerpo”, evoca. 

Antín y Cortázar habían forjado una amistad que se sostenía a través del intercambio frecuente de correspondencia. Varias de las ideas del director para esta película generaron cortocircuitos en la relación, sobre todo en lo concerniente a la elección del lugar en el que transcurrían los hechos. Dora recuerda que el director era muy cercano al escritor y a su mujer, Aurora Bernárdez, y que compartían “una filosofía, un lenguaje”. Después de La cifra impar (1962) y Circe (1964), Intimidad de los parques se sentía como un desafío incluso más ambicioso. 

Dora toma la palabra. Cuenta: “Manuel le mandó a Julio fotos de las locaciones y entre ellas había algunas en las que yo aparecía. Él respondió: ‘Esa muchachita está muy bien elegida, tiene más duende que carne’. Recuerdo lo del duende porque tiempo después fui a un festival de cine en París y paré en la casa de la secretaria de la Embajada argentina. Una noche sonó el teléfono, del otro lado de la línea estaba un poeta cercano a Cortázar, quien me recordó que en una cena entre amigos Julio dijo exactamente esa frase que te acabo de contar”. 

Final del juego

Después de agradecerle sus recuerdos, aprovecho el bagaje cultural de Dora y le pregunto por el primer libro que la marcó. Responde: “El Manantial, de Ayn Rand. No podía parar de leerlo, todavía hoy lo recuerdo. Era sobre la vida de Le Corbusier, ese gran arquitecto que Cortázar también solía recordar en sus textos. No sé cómo explicarlo… es una gran crítica sobre la mediocridad”, aproxima. A Julio -quien supo ser la puerta de entrada a la literatura de varias generaciones- recién lo leyó a comienzos de los ‘60. 

-Yendo a tu rol como docente, ¿qué libros o autores le recomendarías a alguien que quiere iniciarse en la lectura de dramaturgia?

-Siempre vuelvo a los clásicos, Casa de muñecas de Henrik Ibsen, Antón Chéjov… todos autores atemporales.

Los nietos de la actriz la saludan a través de la puerta, deseosos de jugar con ella.  Entiendo que mi tiempo aquí ha concluído. Nos despedimos con la promesa de volver a encontrarnos. Decido que haré caso a la idea de desestimar excusas que justifiquen actos. La próxima vez pasaré solo a dejarle chocolates.

*Foto de portada: Estudio de Carlos Gandolfo para la preparación del actor

Dylan

Dylan

Lector precoz, escritor tardío. Procrastinador compulsivo. Caminante, buscador, tomador de café, aprendiz.
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