Por qué leí La ciudad invencible de Fernanda Trías
A veces viajar es encontrar que lo que se buscaba estaba, en verdad, en la casa propia. Y a veces es hallar la clave en la casa ajena. Eso le pasa a Dylan… ¿y a Trías también?
A veces viajar es encontrar que lo que se buscaba estaba, en verdad, en la casa propia. Y a veces es hallar la clave en la casa ajena. Eso le pasa a Dylan… ¿y a Trías también?
Una cama de hospital, un adiós inminente y un libro sobre la falda. Con honestidad como manto para la melancolía, Dylan rememora sus días leyendo al portugués Saramago.
Sin pruebas (aunque sin dudas) Roberto Arlt debe haber sido de las personas que más caminó Buenos Aires. Y en la vida de Dylan también fue quien -sin dudas, con pruebas- construyó un puente.
Crudeza. Desesperación. ¿Acaso estas son palabras para hablar de la obra de Bukowski o de sus lectores? Dylan nos invita a la playa para arriesgar una respuesta whisky mediante.
Nunca se sabe qué será lo que nos ayude a hacer un click a procesos de nuestra vida. A veces, como en el caso que cuenta acá Dylan, resulta ser un libro: Born to Run de Bruce Springsteen
Un Dylan adolescente juega al ajedrez en el mismo café que, muchos años más tarde, descubrirá verdades escritas en la pluma de otro parroquiano: el mismísimo Strafacce.
¿Cuántas veces sentiste que un libro te hablaba? Entre la mente a la mano que toma el ejemplar del estante y los párrafos que leen los ojos parece mediar un impulso telepático. El universo conspira y acá sugirió a Facundo Cabral.
El misterioso paso de los libros por nuestras vidas parece guionado una vez que lo analizamos con la lectura a cuestas. Pero la sorpresa no se quita. Esta es la historia de cómo nuestro cronista se dio de bruces con el ejemplar de Sasturain que más buscaba cuando ya se había resignado.
Los opuestos se atraen, dicen por ahí. Habrá sido esa la premisa que guió a un flamante (y muy perdido) abogado porteño a desear ser Jack Kerouac.
Si hay una leyenda, alguien puede intentar contradecirla. Pero no se saldrá con la suya mientras existan los Hombres Sensibles de Flores, creados por Alejandro Dolina para dar vida a sus crónicas.