Era un día cualquiera. Estaba barriendo porque la cuadrícula familiar me señalaba a mí como la encargada de levantar la mesa y dejar limpia la cocina. Mi papá, detonado por su jornada laboral -lo entiendo hoy, casi 20 años después- seguía sentado. -Quiero ir a dormir a la casa de Melina. -No. -¿Por qué? -Porque no.
-Esa no es una razón, me envalentoné. La respuesta la había aprendido de mis propios padres.
-Bueno, pero no.
Sentí que la furia me abrasaba la garganta. Me supe impotente: sin permiso no iba a cumplirse mi deseo. Empecé a llorar de la bronca. Grité improperios varios que al principio tenían que ver con el asunto y luego se transformaron en cualquier cosa. “¡Cuando sea grande mi marido no se va a quedar sentado! ¡Me va a ayudar con las cosas de la casa!”, le disparé a mi viejo sin anestesia.
Cuando abrí Un día, el libro de Gillaume Guéraud y Sébastien Mourrain editado por Limonero (2020) y traducido por Delfina Cabrera, las páginas me llevaron directo a esa sobremesa de mi adolescencia. El protagonista de esta historia tiene muchas cosas para decirles a sus mayores. Levanta el dedo índice y anuncia: “Un día voy a ser grande y voy a comer caramelos sin pedirle permiso a mi mamá”.
Está enojado y su despecho, se nota, tiene que ver con lo que siente como injusto: irse a dormir sin postre, que no le dejen adoptar un perro, que no haya tantas golosinas como desea… Todos sus problemas, está seguro, se van a terminar cuando crezca. El texto de Guéraud comparte importancia con las ilustraciones preciosas y detalladas de Mourrain.
Como todo libro de Limonero, Un día está pensado para niños, pero también es Apto para Todo Adulto (más que apto, recomendable). Es gracias a la ternura del niño protagonista que podemos recuperar nuestros propios recuerdos de la infancia donde ser mayores era la solución a las limitaciones, la pinza para cortar los alambrados. Pero vistos con otra perspectiva, podríamos decir que fue en el deseo de ser distintos que logramos fortalecernos y buscar en la diferencia el camino para ser nosotros mismos.
No hay moraleja válida, pero sí una invitación a mirarnos. La propuesta literaria de Un día dotará de razones a los niños que se sientan limitados y suavizará los modos de los adultos que alguna vez fueron niños y gritaron fuerte “¡Cuando sea grande…!”.
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