En su poemario Las ceremonias (Concreto Editorial, 2022), Franco acepta su rol de poeta y se anima a explorar (con la adrenalina que provoca el miedo) el territorio de la infancia, lo salvaje, lo siniestro y lo mágico.
Andrea Franco es una escritora argentina-cubana. Estudió Letras en la UBA e hizo la Maestría de Escritura Creativa en la UNTREF. Da talleres y clases de literatura hace cinco años, trabaja como correctora para el Ministerio de Salud y participa en proyectos editoriales relacionados a las artes visuales.
En 2022 publicó su primer poemario, Las ceremonias, en Concreto Editorial. Las escenas de este libro recorren el universo de la infancia y exploran las diversas aristas del mundo natural y animal, jugando con los límites entre los espacios y los tiempos, desafiando las fronteras que separan la realidad de la magia. El libro tiene mucho de Cuba: los paisajes, los imaginarios y el epígrafe, que es una frase de Lezama Lima: “Cada minucia un sacramento, como una ofrenda al peso de la noche”.
Andrea empezó de adolescente escribiendo narrativa, más que nada cuentos cortos. “La gente leía mis textos y decía esto no es un cuento, es un poema”, recuerda. A su vez, Las ceremonias es un poemario muy narrativo: “Siento que a veces el formato poesía me ayuda a ser más narrativa y el formato narrativa me deja ser más poética. Hay materiales que piden una forma y otros que piden otra”, reflexiona.
¿Cómo te imaginaste Las ceremonias? ¿Primero fueron poemas y después cuentos o al revés?
Surgieron como poemas desde el principio. Creo que empecé a escribir este libro hace unos cuatro años. De hecho, lo terminé antes de la pandemia, en 2019. Después obviamente antes de su publicación corregí cosas, lo retoqué. Estaba empezando a leer mucha más poesía de la que venía leyendo, cosas que te influyen. Comenzaron a aparecer estas escenas, estos momentos.
Cuando ya tenía la mitad de los poemas que están acá, tuve un par de encuentros de clínica con Claudia Masin. Eso estuvo re bueno porque yo tenía bastante inseguridad en la poesía y ella me dijo “acá tenés un libro, seguilo”. Me ayudó a darle el cierre y animarme un poco más. Asumirme también como poeta. Sentí que se abrió algo.
En el libro está muy presente el universo familiar. ¿Hay algo de autobiográfico en Las ceremonias?
Creo que toda escritura es un poco autobiográfica, en el sentido más amplio y menos literal del término. Mis cuentos trabajan con lo fantástico y para mí son las cosas más biográficas que escribo. Pasan cosas en la escritura, pero también uno toma mucho de la realidad, de lo que ve, de lo que siente.
No obstante, estos poemas no son autobiográficos. De hecho, a mí me dio gracia, porque hubo gente que se me acercó a decirme “no, porque tu hermana…” y yo no tengo hermanos o hermanas. Y sin embargo hay muchas escenas de ahí que sí son tomadas de experiencias o de cosas mías.
Puede ser fácil leer cosas relacionadas con el universo de la niñez en clave autobiográfica… ¿Cómo te relacionas con la infancia como tema literario?
Para mí una de las partes más divertidas de la escritura es no saber a dónde voy o sobre qué estoy escribiendo. Empezar a observar cosas, imágenes que me vienen, recuerdos, sensaciones… y trabajar con eso.
Y sí, este libro tiene cosas que no son de la infancia, pero de pronto vuelve sobre eso. Hay mucho de mi percepción del alrededor. Creo que la búsqueda es la de lo hermoso que hay en el mundo y también lo aterrador. Que todo puede ser ambas cosas al mismo tiempo. Alguien me dijo que sentía que les niñes de estos poemas nunca tenían miedo, como que se lanzan, y yo pensaba que a mí hay algo de eso que me alucina de la infancia. El miedo te viene cuanto más grande sos. Yo ahora me siento una persona llena de miedos, pero hubo un momento, de chica, donde sentía que podía hacer cualquier cosa.
Los animales ocupan un papel protagónico en el poemario. Caballos, sapos, abejas, murciélagos. Cuenta Andrea: “Esto viene de mi infancia también: la fascinación total con los animales. A los seis años era de agarrar sapos y besarlos. Ya no hay ese arrojo, incluso hay un poco de miedo a agarrar, a tocar. Hay algo en la infancia que tenemos más habilitado. La relación con lo natural me parece muy intrigante en todas sus formas”.
En estos poemas se resalta la cualidad arrasadora de la naturaleza. “Nos puede enseñar un montón y nos puede lastimar un montón. La imposibilidad de dominar eso me parece muy poderosa”, subraya
Sobre las fronteras
Andrea explora en su literatura las líneas confusas entre la realidad y la ficción, el realismo y la fantasía. “Hay momentos de este libro que son un poco enrarecidos. A mí lo extraño me atrae muchísimo”, dice. En varios de los poemas que integran Las ceremonias hay momentos de pasajes, de túneles entre mundos y dimensiones. Uno de ellos, por ejemplo, habla de una pileta de casa de campo “como si esta porción de agua / nos devolviera a la costa / entre rocas y algas / tiburones”.
“A veces hay una confusión entre el interior y el exterior de la percepción personal, de cómo hacemos mundo: cómo hacemos un mar en una pileta”, explica la autora.
Hay algo un poco misterioso en relación a la esta segunda persona que se evoca todo el tiempo. A veces es otra niña, a veces es una abuela…
Hay poemas que están escritos a una abuela, pero hay distintas figuras. Ahí entra lo fantasmagórico. ¿A quién le hablamos cuando hablamos? Yo le escapaba a que esto fuera un relato hecho y derecho. Sí, son muy narrativos los poemas, pero no sé si quería quedarme en un cuentito o una historia. Hay algo de esas dislocaciones de las voces que para mí era muy importante.
¿Cuál es el lugar de una segunda persona a la hora de armar un ritual, una ceremonia?
Cuando le hablamos a dios o a estas figuras, ¿a quién le hablamos? ¿en quién estamos pensando?. ¿Y cuando escribimos? ¿Quién es el interlocutor? ¿Quién nos va a estar leyendo?
Cuestión de credos
El poemario explora las distintas formas que pueden adoptar los rituales. Los baja a tierra: a la casa, a la familia, a las aventuras de la niñez, a la vuelta a lo conocido que, mirado bien de cerca, siempre es algo transformado.
“Un altar” dice:
Detrás de cada puerta escondiste
un mapa un altar de frascos
posavasos broches copas.
Revolví uno a uno los rincones
de una casa hecha de cuerpitos
abandonados a su suerte: una estampida
objetos acurrucados en todo
lo que faltaba. Revolví
hasta encontrar la radio diminuta
que pegué bien cerca del oído
la mano ahuecada como se escucha un caracol
un resto de mar.
“Cada uno encuentra sus propias religiones”, dice Andrea e invita a pensar que el ritual, la magia y la fe pueden estar en muchas cosas.
Entonces, ¿la escritura también es un ritual?
Para mí sí. En la escritura -lo digo entre mil comillas- también hay un lugar de fe, de salvación. Uno a veces lee algo y siente una unión total, como que el autor “me leyó el cerebro” o “está poniendo en palabras lo que yo no pude expresar”.
Creo que hay algo muy epifánico en esos momentos de lectura. En eso hay algo sagrado. En la escritura a veces se sufre más. Me parece que hay momentos, pequeños, ínfimos, donde algo te pasa y conectás, estás ahí, en esos lugares, con esas escenas. O sentís esas voces adentro tuyo. No podría vivir sin eso.
Crédito fotos de Andrea Franco: Catalina Bartolomé