Uno de los pasillos de la Feria del Libro 2024

Feria del Libro 2024: La pluma, la palabra, el silencio 

Vuelve el cronista audaz de Por qué leer para llevarnos de paseo por la Feria del Libro de Buenos Aires.

Durante nueve años trabajé en el stand de la Fundación Internacional Jorge Luis Borges en la Feria del Libro de Buenos Aires. Mis tareas consistían, formalmente, en orientar al lector curioso sobre la vida y obra del mayor referente de nuestras letras. Sin embargo, en la práctica, mi labor se limitaba a indicar la ubicación de los baños, de las salas de conferencias y de algunos stands más injustamente populares. Muy de vez en cuando, también, alguien venía a echarme en cara las opiniones políticas del autor o a compartir conmigo alguna teoría conspirativa sobre su muerte. 

Cada Feria era, en su superficie, extremadamente similar a la anterior. Cambiaban las charlas y los invitados, es cierto, pero no había mayores alteraciones en su estructura: los mismos expositores, las mismas ofertas de saldo, los mismos cigarrillos compartidos con el mismo guardia de seguridad que custodiaba siempre la misma puerta de entrada. 

Desde hace unos años me limito a visitar la Feria como mero asistente, ya lejos de las obligaciones pero siempre cercano al placer mancomunado de la lectura. Suelo ir el día de su apertura al público, siempre un jueves, para evitar las aglomeraciones que se producen con posterioridad. Este 2024, no obstante, me hizo extrañar aquella vorágine. No había fila para adquirir entradas; en los pasillos se veían más trabajadores que buscadores de libros. Lo que más me sorprendió fue el silencio. Recuerdo que desde la comodidad de mi silla en el pabellón azul -el menos concurrido, el más impredecible- me fastidiaba que la sucesión de sonidos molestos alterasen mis lecturas. Había gritos adolescentes, saludos postergados, parlantes intermitentes, alegría que de alguna manera estaba contenida y explotaba al abrirse las puertas de La Rural. Nada de eso sucedió esta vez. 

Por una cuestión de lealtad mi recorrida siempre empieza por el que fuera mi pabellón. La Fundación Borges ya no cuenta con el pequeño cubículo del pasado, pero sí siguen presentes algunos de sus históricos vecinos. Durante los últimos años he notado allí el enorme crecimiento de las librerías dedicadas a la venta de cómics y mangas. Al principio, lo reconozco, las miraba con prejuiciosa desconfianza, hasta que yo mismo me adentré en las novelas visuales y entendí y celebré su impacto y su popularidad. 

Entre aquellos pasillos azules encontré la que sería mi primera adquisición: 31 Canciones, de Nick Hornby, por sólo 2.000 pesos, menos de lo que cuesta un café a pocos pasos del stand en el que lo compré. Ya había leído varias veces los párrafos dedicados a Bruce Springsteen y a Bob Dylan, pero ahora tendré 29 razones más para seguir encariñándome con el autor. 

Los pabellones de la Feria, desde hace un tiempo, ya no están indicados por los colores de las alfombras alusivas sino que comparten un rojo neutral. De todos modos, insisto, el visitante asiduo no tendrá problema en ubicarse, dado que el lugar de cada expositor suele ser respetado. Sí me sorprendió que Losada ya no estuviera en su histórica locación, lo que por unos momentos me hizo temer su ausencia. Al recorrer una, dos, varias veces, la Feria tuve la sensación de que este año era más chica. Quizás fue sólo eso, una sensación, o tal vez sea otra de las tantas manifestaciones de la crisis. 

En otro puesto en el que predominaban las ofertas encontré Dos Soledades, obra que retrata los diálogos juveniles sobre literatura entre Gabriel García Márquez y Mario Vargas Llosa, y no me pude resistir. Fue mi segunda y última compra en este primer día de Feria. 

Di una última vuelta y atravesé el interminable pasillo que me llevaría de regreso a la Avenida Santa Fe. Mientras lo recorría no pude dejar de añorar lo que en otro tiempo me fastidiaba. Hubiese preferido una concurrencia virtualmente infinita, una mayor efervescencia, un ambiente más celebratorio de esta pasión que nos une. Sé que esto también pasará, sé que la Feria del Libro recuperará el alma que en esta ocasión tanto me costó encontrar. Sé que más temprano que tarde volveremos, todos nosotros, a escucharnos entre el ruido inagotable de la literatura. Es lo que Borges querría.

Dylan

Dylan

Lector precoz, escritor tardío. Procrastinador compulsivo. Caminante, buscador, tomador de café, aprendiz.
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