Fiesta del Libro Usado 2023

La última fiesta: crónica de la feria de los libros usados

Un paseo por el tiempo y las historias. La segunda edición de la FLU combinó ejemplares únicos que no pierden vigencia, charlas con autores, gastronomía y celebración. 

Nosotros, como lectores, podemos discrepar en infinidad de cuestiones relativas a nuestras preferencias literarias, sin embargo -estoy seguro- hay algo que nos hermana a la gran mayoría: el amor incondicional por el aroma de los libros usados. Hay algo en esas páginas amarillentas, en esos lomos gastados, en esas dedicatorias a ilustres anónimos que nos invita a la fantasía, a preguntarnos cómo y con quiénes habrá nuestro nuevo libro viejo transcurrido sus vidas pasadas. 

La ciudad de Buenos Aires es amplia en cuanto a sus propuestas culturales, y dentro de ellas la literatura ocupa un rol central. No sólo tenemos nuestra tradicional Feria del Libro anual, sino que en los últimos tiempos hemos visto un crecimiento exponencial en la oferta, incluyendo a la Feria de Editores, la Feria del Libro Independiente y, por segunda vez, a la Fiesta (no feria) del Libro Usado. 

La FLU tuvo lugar el 9 y el 10 de septiembre en la Plaza del Lector, aquel maravilloso espacio verde que rodea a la Biblioteca Nacional. Con entrada libre y gratuita, los visitantes pudimos saludar a todos aquellos feriantes que solemos ver asiduamente en los emblemáticos parques Rivadavia y Centenario o en la mismísima calle Corrientes, agrupados lado a lado en sus stands que ya desde primera hora se vieron invadidos por la avidez lectora de quienes sentimos especial fascinación por los libros con historia. 

La iniciativa incluyó, además de libros, la presencia de artistas como Martín Kohan, Dolores Reyes o Emilio García Wehbi, quienes compartieron sus saberes con los asistentes. También hubo lugar para la música, para la poesía y para la gastronomía, porque es sabido que absolutamente todo se disfruta más con una medialuna en la mano. 

Mi caminata comenzó el sábado apenas pasadas las 11 de la mañana. En poco más de una hora llegué a la Biblioteca Nacional, donde me sorprendió la presencia tempranera de los asistentes. Por momentos se hizo difícil husmear entre tanto libro, no obstante, aquellos con cierta experiencia en ferias probablemente hayan podido encontrar algún título de su interés. En mi caso particular conseguí un compendio de crónicas viajeras de Jack Kerouac y una obra que me llamó la atención por su título pero fundamentalmente por su autor: Caminar, de Henry David Thoreau. Ambos estaban en excelente estado y pagué por ellos la mitad de lo que saldrían nuevos. 

Recorrí los 34 stands con curiosidad y sorpresa. Si bien algunos apellidos se repetían con más frecuencia que otros, la variedad era tal que incluso había un espacio dedicado al esoterismo en el que una gran mayoría de los libros estaban en inglés. Celebro esta amplitud, celebro las nuevas oportunidades, celebro al público que interactuaba con desconocidos en base a sus lecturas. Poco antes de retirarme me pareció reconocer a Clemente Cancela entre los visitantes, pero mi timidez y mi dificultad para identificar caras en la multitud impidió que me acercara a saludarlo y decirle que yo también soy un gran fan de Peanuts y de Los años maravillosos

Regresé sobre mis pasos sabiendo que me esperaba otra larga caminata. Unas cuadras más adelante decidí recargar energías con un café. Me acompañaba Kerouac quien, como yo, sentía una especial atracción por la vida en todas sus manifestaciones. Él, a través de

sus aventuras a lo largo y a lo ancho del mundo; yo, nutriéndome de su experiencia y deseando más de una vez tener un poco de su valor, de su temple, de su arrojo. Quizás algún día los tenga, por lo pronto me quedan los libros, sean usados o nuevos.

Dylan

Dylan

Lector precoz, escritor tardío. Procrastinador compulsivo. Caminante, buscador, tomador de café, aprendiz.
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